Pasta con pesto y burrata – La receta que te roba un suspiro
A veces, un solo plato basta para enamorarte. De la cocina. De alguien. De la vida misma.
Y esta pasta con pesto y burrata… ay, amigo, esta receta tiene algo mágico. Cremosa, verde, aromática. Con ese toque italiano que te hace cerrar los ojos y suspirar mientras la burrata se funde sobre la pasta caliente. Es una receta sencilla, sí. Pero no es “una receta más”. Es la receta para esos días donde el corazón pide algo especial sin complicarte la vida.
Yo la preparo siempre que quiero lucirme sin parecer que me he matado en la cocina. Y funciona. Siempre. Porque nadie —y repito— nadie puede resistirse a una pasta cremosa con burrata y pesto casero.
Ingredientes que saben a Italia (para 2 personas con hambre y alma gourmet)
Esta receta no necesita mil cosas. Solo ingredientes frescos, buenos y con sabor de verdad.
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200 g de pasta (fusilli, tagliatelle, trofie… lo que abrace bien la salsa)
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1 burrata fresca (125-150 g), bien fría
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1 manojo hermoso de albahaca fresca (unos 50 g)
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30 g de piñones (o nueces si andas sin piñones, no pasa nada)
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1 diente de ajo pequeño
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50 g de parmesano o pecorino rallado
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100 ml de aceite de oliva virgen extra (sí, el bueno)
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Sal y pimienta negra al gusto
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Un toque de ralladura de limón (opcional, pero eleva todo)
Nota de cocinero que ha metido la pata antes: no uses burrata de supermercado low cost. La diferencia con una burrata buena es brutal.
Paso a paso: cómo hacer pasta con pesto y burrata como un verdadero amante de la buena comida
La receta es rápida. Pero no hay que correr. Esto se hace con mimo.
1. Prepara el pesto. El alma del plato.
Si usas pesto de bote… ya no somos amigos. Bueno sí, pero con reservas.
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Lava y seca con cariño las hojas de albahaca.
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En un mortero (o procesador si tienes prisa), pon la albahaca, los piñones, el ajo, el parmesano, una pizquita de sal y empieza a triturar.
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Ve añadiendo el aceite poco a poco hasta tener una salsa espesa, brillante, que huela a verano en la Toscana.
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Prueba. Cierra los ojos. Ajusta sal, pimienta, y si te gusta, añade un toque de ralladura de limón. Boom.
2. Cocina la pasta al dente. Siempre.
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Agua abundante. Sal generosa.
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Cocina la pasta como indique el paquete, pero mírala, tócale el alma (o sea, prueba un trocito antes de colar).
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Guarda un poco del agua de cocción. Esa agüita es oro líquido.
3. Mezcla y enamórate
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Pasa la pasta caliente a un bol o sartén grande.
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Añade el pesto. Remueve con suavidad. Como si abrazaras a alguien que quieres mucho.
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Añade un chorrito del agua de cocción para ligar todo. Verás cómo se forma una salsa verde, sedosa y perfumada. Una maravilla.
4. El toque final: la burrata
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Sirve la pasta en platos hondos. Que se vea ese brillo.
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Coloca la burrata encima. Entera o cortada. Da igual. Ella sola se rendirá ante el calor de la pasta.
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Pimienta negra recién molida. Un chorrito de aceite. Y a llorar de felicidad.
¿Y el sabor?
Es un escándalo. Punto.
La burrata se derrite suavemente, mezclándose con el pesto. La albahaca explota en boca con ese perfume verde y fresco. Los piñones le dan ese toque tostado que enamora. El parmesano aporta salinidad, profundidad, carácter. Y la pasta… oh, la pasta es solo el lienzo perfecto para esta pintura deliciosa.
Es cremosa. Aromática. Adictiva.
Es de esas recetas que no puedes dejar en el plato. Que se terminan mojando el plato con pan. Que dejan a tus invitados con cara de “¿hay más?”.
¿Con qué la acompaño?
No hace falta mucho. Este plato se sostiene solo. Pero si quieres el combo perfecto:
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Una copa de vino blanco seco o espumoso (un Prosecco, por ejemplo)
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Pan rústico crujiente para mojar
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Una ensaladita de tomate cherry con aceite de oliva, sal y orégano
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Y de postre… helado de limón o tiramisú casero. Ahí lo dejo.
Variaciones para jugar y seguir amando
Una de las cosas que más me gustan de esta receta es que se puede adaptar. Cambiar. Reversionar.
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¿No tienes piñones? Usa nueces o almendras.
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¿Quieres algo más fresco? Haz el pesto con rúcula o espinacas.
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¿Te gusta lo intenso? Añade tomates secos al pesto.
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¿Eres veggie nivel dios? Añade calabacines o espárragos salteados a la pasta.
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¿Sin gluten? Pues pasta de arroz o lentejas, ¡y listo!
Mis tips personales (de cocinero casero que ha hecho esta receta mil veces)
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No calientes el pesto en sartén. Jamás. Pierde color, sabor, alma. Solo mézclalo con la pasta caliente.
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No te olvides del agua de cocción. Parece una tontería, pero es el pegamento de la receta.
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Burrata fría + pasta caliente = magia. Contraste de texturas, temperaturas y sabores. Una experiencia.
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Sirve rápido. Este plato no espera. Se disfruta recién hecho, en silencio, con cara de “qué bueno está esto”.
❤️ Esta receta no es solo comida. Es emoción.
Lo digo en serio. Cada vez que hago esta receta de pasta al pesto con burrata, vuelvo a sonreír. No sé si es el color, el aroma, o esa mezcla de sencillez y lujo que tiene. Pero me transporta. Me reconecta.
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